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Discurso Conferencia “Desafíos de la Integración Latinoamericana y Caribeña”Foz de Iguazú, Brasil, 23 de febrero de 2024
La diversidad es una característica que identifica a los pueblos de Latinoamérica y el Caribe
Somos diversidad cultural, nuestros cientos de lenguas y acentos con los que expresamos nuestras maneras de sentir y de pensar, se sustentan en entornos de exuberante diversidad natural. Esa diversidad no está suelta, no existe por separado, cohabitamos de manera interdependiente. La interdependencia (parte de la filosofía Ubuntu) no es razón para la división. Al contrario, llama a la relación desde las autonomías de los pueblos. Un mundo diverso –el pluriverso: un mundo hecho de muchos mundos– es el resultado de la danza entre interdependencia y autonomía.
El dividir a partir de la diversidad es resultado del colonialismo; este se fundamentó en la clasificación jerárquica de las diferencias, y desde entonces hemos normalizado ver las diferencias como un problema, no como una fortaleza. Nuestra región es la más diversa biológica y culturalmente del planeta, y en esto subyace nuestro potencial para reimaginar el futuro. En medio de la diversidad, reconocemos y valoramos las múltiples luchas que han hecho los pueblos, liderazgos y naciones por hacer una Latinoamérica Unida. Sin embargo, tenemos mucho que seguir tejiendo y trabajando.
África nos ha demostrado que se puede ser diversos y funcionar de manera unificada.
La Unión Africana agrupa a 55 países que suman una población de 1.321 millones de personas y un área de casi 30 millones de km2, donde se hablan casi 2.000 idiomas. Es tal la cohesión que, aun países en conflicto se mantienen en la Unión Africana, ya que tienen mecanismos que promueven el debate y la mediación.
En materia de unión y diálogo regional, África enseña al mundo. En medio de fuertes diferencias estructurales se mantienen juntos. La Unión Africana tiene una agenda colectiva a 2063, debaten temas conjuntos en un parlamento y 11 comités temáticos. Su unidad política y comercial ha permitido entrar a negociar en bloque y crear una de las zonas de libre comercio más grandes del mundo. En contraste, el más grande de nuestros mecanismos multilaterales es pequeño al lado de la Unión Africana. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe –CELAC, cobija a 33 países, con 622 millones de habitantes dispersos en 20 millones de km2, donde hablamos unas 600 lenguas.
Una de las razones que dificulta la integración latinoamericana y del caribe es que todavía permitimos la intermediación de los países del norte para relacionarnos entre nosotros mismos.
Durante siglos nos formaron con un pensamiento eurocentrado, nuestra política y nuestro comercio tienen una visión colonial.
Tenemos una mentalidad de vernos inferiores entre nosotros. Siempre estamos pensando en el norte, nunca hemos mirado hacia el sur. El pensamiento de la blanquitud está metido en nosotros. Nos educaron con la visión de que Europa y el norte son la civilización, mientras África y Latinoamérica somos salvajes e inferiores.
Aquí se ha llegado a proponer que el documento que nos permita flexibilizar el visado a otros países del sur sea una visa de Estados Unidos o la visa Schengen. Para viajar por vía aérea, es más fácil ir hasta Miami y volver para visitar a algunos países del Caribe desde Suramérica. Para negociar nuestros productos entre nosotros mismos, en el norte nos dicen cuál es el precio. El sur pone el café y el cacao y ellos nos ponen el sello y el precio. Hasta para comunicarnos, ahora es desde el norte que se definen las plataformas y redes por las que pasan nuestras comunicaciones y nuestro relacionamiento interpersonal.
Otra razón que impide una unión regional profunda es que dependemos de la validación de los países del norte para reconocer nuestras propias potencialidades.
Por ejemplo, la mayoría de la gente se va a estudiar posgrados al norte, pero no contempla estudiar en una universidad latinoamericana porque no se considera que los títulos otorgados por nuestras universidades sean honrosos. Para destacarse, a nuestros científicos y científicas les toca comunicarse y publicar en inglés, representando una desventaja para la producción científica y dificultando que su conocimiento se comparta localmente.
En lo cultural, nuestros artistas, tienen que ser avalados con Grammys, o con premios Oscar. ¿Cuál es el equivalente a un premio Grammy para la música latinoamericana? Es el Grammy Latino. Mientras África o la India tienen sus propios Hollywood, aquí no tenemos una plataforma latinoamericana de producción audiovisual y cinematográfica que nos permita posicionar lo que somos.
Este es el momento de apostarle a la cooperación multilateral de Latinoamérica y el Caribe.
Latinoamérica y el Caribe, con la diversidad como bandera, pueden proponer y poner en práctica un proyecto original de la sociedad y la economía centrada en la defensa y el cuidado de la vida.
Esta es una coyuntura especial para promover una unidad latinoamericana y caribe progresista, para oponernos a los ruidos de guerra y la muerte y así proponer salidas para erradicar las desigualdades y la inseguridad que generan miedo y zozobra en la gente.
Debemos unirnos de maneras distintas para anticiparnos a las crisis que se avecinan, a la policrisis.
La pandemia nos enseñó que no estamos preparados para afrontar eventos de magnitud global que requieran acción conjunta. Durante la pandemia no nos pudimos unir para inventar, producir o, al menos, negociar las vacunas. Las personas quedaron encerradas o morían por miles y no logramos siquiera compartir a tiempo, las lecciones del covid que íbamos aprendiendo ni los saberes y experiencias que a muchos pueblos les permitieron mantenerse vivos.
Aún hoy seguimos desarticulados como región para afrontar las nuevas crisis. Aunque no somos la región que más contamina, sí somos de las que más está sufriendo los impactos del cambio climático. Por ello, tenemos que hablar de una transición energética justa, de la defensa de los territorios, del cuidado conjunto de nuestra biodiversidad. Si América Latina pensara en transición energética justa, en poner las reglas y los valores, la región, sin duda, cambiaría. A pesar de eso, estamos afrontando aisladamente los desastres climáticos que cada vez son más extremos, frecuentes y devastadores, cuando podríamos unir fuerzas para adaptarnos juntos al cambio climático.
Por otra parte, nuestra gente se está envejeciendo y nuestros jóvenes se están yendo con todos sus talentos e ilusiones para ser mano de obra lejos de sus territorios. Muchos “cerebros fugados” no encuentran en nuestros países oportunidades y condiciones dignas de vida. Como región no estamos logrando garantizar lo que les ofrecen afuera, como tampoco estamos logrando que sus artes, conocimientos y saberes se queden al servicio de nuestros países. ¿Qué garantías le estamos dando a nuestra juventud para que se quede? Nuestra juventud está cayendo en espirales de desesperanza, están padeciendo altos niveles de problemas de salud mental y de suicidios. No podemos seguir expulsando la alegría y esperanza de nuestros territorios.
Las desigualdades corroen los cimientos de nuestras sociedades e impiden que las personas vivan la plenitud de sus talentos. Las desigualdades nos dividen, generan desconfianza y malestar social hasta romper los tejidos sociales desde adentro.
Una manifestación de la crisis de la desigualdad es la crisis del hambre. Según la FAO, en Latinoamérica y el Caribe, desde 2019, el hambre aumentó un 30%, afectando a unos 56 millones de personas. Es un contrasentido que en nuestra región se pase tanta hambre, siendo una despensa global de alimentos.
Otra crisis aguda es la de la inseguridad que atemoriza profundamente a la gente, problema que sólo podremos afrontar con contundencia, si lo asumimos colectivamente como región.
A América Latina le impusieron la fallida guerra contra las drogas, que nos ha dejado más de un millón de personas muertas y millones de encarcelados, la mayoría personas pobres y racializadas. Nuestra región debería insistir en el debate mundial de repensar una política de drogas que ponga al ser humano en el centro de las acciones.
Solo una política y una economía centrada en la vida podrán crear condiciones para una paz duradera y la sustitución de las economías ilícitas. Seguimos divididos desde adentro ¿Cómo podemos pensar en una verdadera unidad latinoamericana si persisten las disputas entre los pueblos? Es fundamental que cada nación sea garante de la paz regional. Por eso, Colombia agradece el acompañamiento regional que ha recibido a nuestra apuesta de Paz Total.
También tenemos una crisis regional de desigualdad de género. En nuestra región hay una amplia brecha salarial entre género y aquí ocurren más de 10 feminicidios diarios, esos temas no se tratan cuando se discute la integración regional.
Una política de unidad latinoamericana debe pasar del machismo a que las mujeres tengamos un papel protagónico, eliminando todo rastro de violencia política y económica contra nosotras. En las sociedades patriarcales, capitalistas y coloniales prima el individualismo, la competencia, la agresividad y la violencia. Una sociedad verdaderamente anti patriarcal no podrá estar fundamentada en las mismas estructuras que fomentan la violencia contra las mujeres, sino en el cuidado, la dignidad humana y las economías para la vida.
Otra de las crisis en nuestra región es el racismo estructural. Nos han hecho creer que Latinoamérica es una región “libre de racismo”, sin embargo, somos una región tan racista que los sectores más empobrecidos, marginados y excluidos son aquellos donde viven mayoritariamente pueblos indígenas y afrodescendientes.
Superar el racismo estructural, combatir las desigualdades socio-raciales y consolidar una agenda por las reparaciones históricas sobre los efectos del colonialismo, la esclavitud y el racismo, es fundamental para generar un diálogo político franco en la región. Sin antirracismo no es posible la integración latinoamericana y caribeña.
La crisis económica, los conflictos socio ambientales, el hambre y la falta de oportunidades está llevando a nuestra gente a migrar. La gente migra porque sus sueños de un futuro mejor les obliga a moverse.
Nadie quiere dejar su casa, su tierra que lo vio nacer para someterse a las rutas de la muerte, la xenofobia y el racismo. La crisis migratoria sólo la podremos afrontar como región de manera articulada, poniendo un enfoque humano en las políticas de atención y generando rutas de movilidad más segura.
Uno de los grandes errores políticos que hemos cometido como región es que la izquierda y el progresismo latinoamericano y caribeño han sido tolerantes con las culturas machistas, individualistas, patriarcales y racistas. Nuestra unión regional debe surgir de la entraña de los pueblos. Una Latinoamérica unida debe tener sintonía con la base social, con el pensamiento y la acción de los movimientos sociales.
Por ello, debemos impulsar una nueva ronda de pensamiento crítico latinoamericano, popular y pluralista que albergue la diversidad de cosmovisiones del continente y que sea capaz de articular respuestas novedosas y efectivas a los desafíos planetarios. Necesitamos reconocer y aprender de los caminos ya trazados por los sectores populares, campesinos, por las mujeres, los pueblos étnicos, los defensores de los derechos humanos y de la naturaleza que se han centrado en el cuidado, en la sanación y la reconstitución del entramado de la vida.
Los pueblos de América tienen historias de resistencia a la esclavitud, al colonialismo y al patriarcado que les han dejado un legado de semillas de solidaridad, semillas de lucha que hemos preservado y sembrado y que son las que hoy nos nutren, las que defendemos como se ha de defender la libertad.
- Nos une el mismo hervor en la sangre
- Nos unen los senderos que abre el jaguar
- Nos une el paso del cóndor que nos mira sin contemplar fronteras
- Nos unen las selvas, los páramos, los mares, las montañas y los desiertos.
- Nos une el haber llegado a aquí tras largos trasegares desde la cuna de la humanidad, llegar aquí al encuentro
- Nos une un pasado de siglos de resistencia ante los poderes que vieron a nuestros paisajes y gentes como territorios de explotación.Discurso Conferencia “Desafíos de la Integración Latinoamericana y Caribeña”.
Discurso de cierre Jornada Latinoamericana y Caribeña de Integración de los Pueblos, en Foz de Iguazú, Brasil
Latinoamérica y el Caribe han intentado la integración a través de una serie de mecanismos e iniciativas de gobierno, pasajeros, pero no una integración que sale desde la raíz, desde los pueblos.
Las iniciativas integradoras actuales han hecho un mayor énfasis en los TLC, infraestructura, seguridad y defensa. Pero esas iniciativas dejan por fuera los intercambios entre los seres, los sectores y movimientos sociales y la oportunidad de crear mercados que generen justicia social, que generen justicia ambiental, que generen justicia para los pueblos. Dejar la unidad Latinoamericana y del Caribe solo en manos de los gobiernos de turno, es condenarnos a que cada vez que llegue alguien nuevo desarticule nuestros procesos e improvisé unos nuevos. Mientras los gobiernos vamos y venimos con intentos de integración, América latina y El Caribe se mueven por rutas y conexiones duraderas que han establecido los propios pueblos.
Estas conexiones han resultado en intercambios culturales maravillosos y poco reconocidos, como las rutas de la diversidad étnica y cultural, como las rutas de nuestros saberes y sabores gastronómicos, la literatura, el cine, la televisión y la música, son verdaderas formas de integración social y de integración Latinoamericana. Redes sindicales permitieron que trabajadores de toda la región hayan logrado integrar sus agendas y reivindicaciones frente a las compañías trasnacionales, sin embargo, esos intercambios no han sido valorados ni se visibilizan en la geopolítica, porque han sido hechos que ocurren de manera espontánea, que ocurren a la luz de la lucha cotidiana de cada persona, de cada comunidad, de cada pueblo. Si las organizaciones, los sectores y movimientos sociales consolidan intercambios y aprendizajes ¡no nos va a parar nadie!
Nos urge como región que se fortalezcan los mecanismos políticos y económicos, los intercambios sociales entre la gente negra, indígena, campesina, entre las mujeres, las personas con discapacidad, la población LGBTIQ y en general los sectores populares. Una verdadera y permanente integración de nuestra región debe ser un tema de los pueblos y no solo una iniciativa de los gobiernos. Los gobiernos están llamados a establecer mecanismos que permitan que esos intercambios sociales se puedan conectar más fácil, las burocracias impiden todo ello. Deberían permitir que la música, que los sentimientos y que las formas de vida fluyan.
Estamos a tiempo de consolidar un mecanismo fuerte de integración Latinoamericana y del Caribe. La integración Latinoamericana y del Caribe no solo es un asunto de identidades interdependientes, también ¡es un asunto de superación de las brechas de inequidad y desigualdad, también es un asunto de superar el hambre y la pobreza, también es un asunto de poder, con claridad, resolver las necesidades básicas de la gente!
Solo si los mismos pueblos legitiman los mecanismos de integración regional, lograremos que sean perdurables. Pero mucha gente ni siquiera saben que existen, que hacen y que producen. Por eso tenemos una tarea fuerte de socializar ¿En qué consisten? ¿Cuál es su finalidad? y repensar las estrategias para que tengan impacto en la vida de las personas.
Mirar hacia nosotros mismos, también implica mirarnos entre pares, entre iguales, y por eso mirar a África, a su proceso de integración, nos permite consolidar un Sur Global que tome decisiones en las canchas donde creemos que solo juegan las potencias del norte. Los desafíos globales deben contar nuestra participación en la toma de decisiones. Hay que potenciar y articular los mecanismos que existen, blindarlos de los sectarismos y asegurarnos que acojan a la diversidad de pensamientos de nuestra región.
Proponemos un pensar un mecanismo único de integración regional que articule a todos los mecanismos dispersos qué hay en la región. Que este mecanismo no solamente asegure el intercambio comercial, necesitamos favorecer el intercambio cultural, científico y de saberes, facilitando la conexión y generando rutas de movilidad seguras, flexibles para todos los pueblos. Los gobiernos a favor de una Latinoamérica y del Caribe unidos, deberían permitir el fortalecimiento de los procesos sociales, garantizar que las formas naturales de articulación regional de la gente se afiancen y que la diversidad de sus intereses se dé sin tantos traumatismos.
Proponemos que el progresismo Latinoamericano y caribeño se nutra de los saberes tradicionales y los pensamientos de los sectores populares antipatriarcales, antirracistas, anticoloniales y anticapitalistas. Defensores de la vida para emprender las luchas de todas estas apuestas. Todas estas apuestas deberían ser comunes, si queremos lograr que a pesar de nuestras diferencias seamos capaces de construir juntos y juntas.
Como una mujer negra lo digo, ¡Si América Latina no asume una verdadera agenda frente al racismo estructural, no podemos seguir hablando de integración regional!
¡Si América Latina y el Caribe no asumen una verdadera lucha de erradicar el patriarcado que está violentando a las mujeres y que nos mata todos los días, no sigamos hablando de integración regional!
Esto debe ser parte de una agenda realmente transformadora, de una agenda que reconozca la diversidad, de una agenda que reconozca nuestras historias.
Por último, no es posible en esta región, habitada por pueblos indígenas, por pueblos afrodescendientes pensar una agenda sin acciones de reparación histórica que transformen y sanen los efectos de la esclavitud, del colonialismo y del racismo que sigue expropiando nuestra condición humana, o ¿acaso aquí en Brasil no son los jóvenes negros los que están siendo asesinados en las favelas? Yo quiero que estos temas también sean parte de esta discusión. O ¿acaso en Colombia no son los niños indígenas, negros y campesinos los que están muriendo de hambre? Él hambre tiene que ser un tema que se ponga sobre la mesa. Y estas injusticias históricas deben permitirnos, realmente, que el pueblo Latinoamericano y del Caribe se sienta identificado con lo que estamos haciendo. Si no, seguiremos echándole carreta al pueblo, el pueblo entonces seguirá eligiendo una política de muerte que nos sigue matando a millones de seres humanos en Colombia.
Latinoamérica y el Caribe. Seguiremos firmes, con el corazón bien puesto hasta que la dignidad se haga costumbre.